1 de abril de 2008

La primera vez que mis ojos lo miraron


Mi viaje a la India:

El viaje ha sido intenso por muchas razones, en otra ocasión os contaré, ahora me quiero centrar sólo en un lugar de ese maravilloso País.



El TAJ MAHAL:


Tengo que aclarar que fui sin saber mucho del monumento, sólo que un Emperador lo hizo construir por el inmenso amor que le tenía a su esposa. Y el guía que llevábamos no era lo suficientemente bueno como para en pocas palabras explicarte los monumentos, vimos muchos antes que el Taj Mahal y siempre eran los mismos datos cambiándoles los nombres… en fin, que llegó un momento en que yo dejé de escucharle y me dedicaba a hacer fotos disimuladamente mientras él seguía con su español cortito. A mí no me gustaba perderme nada de lo que pasaba a mi alrededor y si le ponía atención a él, fijaba su mirada en mí y no me dejaba ver nada. Así que antes de entrar en el Taj Mahal ya lo tenía decidido… no le escucharía, y así fue. Entramos por esa inmensa puerta de tierra rojiza con dibujos blancos, al pasar el inmenso portón… Allí estaba a lo lejos. ¡Ooohhhh! me dije, me llevé las manos a la boca mientras seguía caminando hasta el borde del jardín. No podía despegar mi mirada de esa Maravilla que estaba a lo lejos, reflejando su figura en el estanque alargado que besa sus pies. Me quedé paralizada, como cuando algo te impacta (y eso que lo he visto mil veces en fotografías, claro, que nada tiene que ver con tenerlo delante de tus ojos). Esa perfección en sus formas, ese color blanquecino del mármol, desde lejos no pueden verse sus lindas flores y sus piedras preciosas. Lo fui dibujando con la mirada, quería alargar la mano y tocarlo. Le hice una foto, la que tiene todo el mundo desde esa posición. Me llamaban sin cesar, reclamándome que me diera prisa… era sábado y estaba lleno de gente, la cola era inmensa para entrar. “Ya voy”, les dije… y vi una buganvilla a mis pies, no me resistí a agacharme y meter la cámara entre sus flores a ver qué imagen salía. Corrí entre la gente, ya no los veía, pero yo iba tan feliz por la última fotografía, me imaginaba que tenía que haber salido de lujo. Empecé a caminar entre la gente, ¡dios mío!… no había visto tanta mezclas de colores juntos ni en una paleta de colores. Los chirriantes tonos de los Saris, están guapísimas sus mujeres, los llevan como una segunda piel. Toda esa mezcolanza de color, los jardines, el agua, invitaban a mis ojos a no perderse nada de aquello.


Mi corazón le ganó la partida y por más que quería mirar a mí alrededor el Taj Mahal los atraía como un imán. El bullicio era intenso, había miles de personas (aunque no hablaban excesivamente alto), el trinar de los pájaros, las voz de mi guía llamándome y de pronto fue como si ese fantástico palacio lo absorbiera todo, dejé de escuchar lo de mi alrededor. Para centrarme en él, seguía pintándole con la mirada, con el aliento. Llegué a la escalinata que sube a su patio, tenía tantas ganas de verle de cerca que me abalancé por las escaleras, escuché un grito y un tirón a mi blusa me hizo bajar el primer escalón "¡Te tienes que descalzar, anda ponte los calcetines y deja aquí los zapatos!". Me quité unas babuchas blancas que llevaba (iba de blanco, porque decidí que el Taj Mahal se merecía ir lo más parecido a sus tonos, en su honor; también pensé que mis pies deberían ir desnudos, las plantas de mis pies no podían ir cubiertas por nada… mi piel quería tocarlo a cada paso). Y así fui siguiendo la cola en forma de serpiente, cuanto más me acercaba, más me asombraba. Qué perfección en sus formas, los colores del mármol mezclados con la magia de las piedras semi preciosas de su exterior, los dibujos maravillosos, cálidos, suaves, elegantes… cómo si nada pudiera perder la compostura. El sol estaba bajo, ya casi poniéndose le daba un reflejo anaranjado suavemente. Ya estaba en la puerta principal, me noté que el mentón se me cayó hacia abajo, la escritura que bordea su puerta versos del Corán; siempre me han llamado mucho la atención sus formas, son como un cuadro abstracto que no sabes lo que dice, pero te gusta. Al entrar noté el silencio que se desplomó de golpe desde su inmensa cúpula (ya la gente no hablaba, apenas se les oía la respiración) la mía también la dejé de oír. Me dejé llevar por la gente, con lentitud… como si de una brisa se tratara, empezamos a girar sobre la tumba de esa mujer, rodeada de una pared a media altura de mármol y piedras preciosas, alguien las enfocó con una linterna, se podía ver el brillo de las esmeraldas, rubíes, lapislázuli, el rojo del coral, … formando miles de flores. Pero hasta eso dejó de tener importancia para mí.


Yo sólo podía pensar una cosa:
“¿Quién te puede amar tanto, para inmortalizarte por los siglos?”.
La envidié, no por todo el lujo que la rodea, sino por el amor que allí se respira.
Y añoré unos brazos rodeándome por detrás, pegando mi espalda contra su pecho, su boca susurrándome al oído, sus pies siguiendo mis pisadas,
su aliento calentándome el cuello... bajo esa penumbra.
Salí de allí con los ojos empapados, una lágrima bajando por mi mejilla, una sonrisa en los labios. Y extrañando a alguien.




Alguien importante dijo del Taj Mahal:
“Una lágrima de mármol detenida en la mejilla del tiempo”


Y alguien no menos importante dijo:
“Hijo mío, las cosas hechas con amor tienen algo especial”



“El Taj Mahal no deslumbra por la riqueza de sus joyas y mármoles, brilla por la humanidad y el amor que rezuman sus paredes”. Esto es lo que yo pienso. Jamás olvidaré esos momentos, espero volver algún día… para sentarme durante horas a contemplarle con la calma que se merece. Y, a ser posible, sin extrañar a nadie… por tenerlo sentado a mi lado.




Nota: Tiene una bella historia de amor detrás, buscadla… sólo he pretendido dejar lo que a mí me sucedió por si a alguien le interesa.

* Esto es una pincelada de lo que sentí un 19 de Noviembre, a las cinco y media de la tarde.

1 comentario:

La Gartija dijo...

Tienes un blog realmente bello e interesantewk, no solo por las fotos sino también por lo que escribes y cómo lo escribes. Muchos saludos... Yop. Prometo visita!