24 de abril de 2008

El puesto de flores




Cada noche daba largos paseos y siempre se quedaba admirando la majestuosa fachada de aquel hotel de lujo. Era impresionante verlo iluminado por las noches, un capricho inalcanzable, de esos que alguna vez nos queremos dar. Poder llevar a una de sus suite al amor de nuestra vida.

Cada noche que pasaba delante de el se prometía que algún día entraría por su gran haal de su mano y después de una noche de pasión, desayunarían mirándose a los ojos.

Cuándo aquellos pensamientos le corrían por las venas se extremecía, pensando que solo era un sueño, que jamas se podría permitir.


Y así iban pasando las semanas, los meses, los años...


Una noche vio el puesto de flores, nunca le dio importancia. Hasta que aquella noche de primavera reparo en un pequeño ramito de violetas, le pidió al vendedor que se lo arreglara con exquisito esmero y le pidió una tarjeta para poner entre sus pequeñas florecillas.


En aquella nota ponía:


"Mi amor, no puedo llevarte a un lujoso hotel que guarda Neptuno.
A cambio te traigo estas pequeñas florecillas violetas
con mi amor perfumandolas, per tu"



Cada noche a partir de entonces, se paraba en el puesto de flores de Neptuno y compraba un ramo de violetas, poniendole la misma nota.
Y desde entonces el puesto de flores quedo en primer plano, aquel hotel haciéndole de fondo y Neptuno entre los dos girando la mirada al ramito de violetas.

2 comentarios:

montse dijo...

Qué argumento más tierno has escrito para esta bonita escena de cine!!
Un abrazo.

Eos dijo...

Me gusta mucho esa forma tuya tan particular de contar historias. Haces que me sienta dentro de ellas. No dejes de seguir sorprendiéndonos con relatos como éste.

Un beso, Mediterráneo.